Como el antiguo grito de ¡A mí la Guardia!, cada día es más frecuente oír: “¡A mí, que me motiven!”. También se escucha: “No hago tal, porque el profesor/padre/jefe no me motiva”.  Pero yo repito una y otra vez: el verbo motivar sólo existe como acción interior: “estar motivado” y nunca como acción hacia el exterior: “motivar a alguien”.

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El concepto  de motivación hoy en día es confuso para muchas personas, especialmente para nuestros estudiantes nativos digitales-generación X, Y y Z-hijos que viven en la crisis pero educados en la opulencia- hastiados de tanto tener y de poco ser.  Nuestros adolescentes y jóvenes no entienden que no se puede decir “a mí, que me motiven” porque esa paráfrasis verbal no existe. Es como decir “a mí, que me hagan la digestión” o “a mí, que me respiren”.

Defino la motivación como la capacidad personal que permite a la persona realizar tareas de tal manera que el esfuerzo preciso para lograr el objetivo es menor, en el camino se sobrepasan las meras obligaciones y se obtiene una enorme satisfacción.

Al ser una capacidad personal, implica que cada persona se motiva o está motivado para realizar una determinada tarea; que la motivación es voluntaria y que desde fuera nadie puede hacer que nos motivemos si no queremos motivarnos.

¡¡Horror!! ¿y todos esos años que nos hemos pasado escuchando cosas como “hay que motivar a los alumnos/hijos para que hagan tal y cual”? Años perdidos, saliva malgastada y concepto erróneo en la mente que produce y ha producido muchos malestares. Si, muchos malos ratos de los padres pensando ¿qué puedo hacer para motivar a mi hijo a que sea más deportista, ordenado, trabajador,…? O profesores pensando ¿qué puedo hacer para motivar a mis alumnos a estudiar mi materia? Respirad hondo y destensar músculos: no podemos hacer nada para motivar a otro si el otro no quiere motivarse.

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¿Entonces? No podemos motivar. Pero si podemos conseguir el resultado que pretendemos cuando queremos que nuestros alumnos e hijos actúen motivados actuando de otra manera: inspirando con el ejemplo y mostrando la belleza de las cosas que queremos que hagan, en definitiva, mostrando el atractivo lo bueno.

Del último informe PISA sale esta definición: “La motivación hacia el aprendizaje es el grado en que los estudiantes se esfuerzan para alcanzar las metas académicas que perciben como importantes y valiosas.”

No considero que sea una buena definición de motivación, pero creo que nos ilumina en un aspecto: que las personas se esfuerzan para conseguir aquello que consideran importante y valioso.

Y eso sí que lo podemos hacer padres y educadores. Ahí está dónde debemos poner el esfuerzo, en mostrar qué cosas son importantes y valiosas ¿Queremos que sean deportistas? Hagamos deporte con ellos, que cuando volvamos con ellos de un partido que han jugado con su equipo no les “repasemos” los errores cometidos, sino que alabemos lo positivo, aunque sólo sea el hecho de haber madrugado para ir al partido. ¿Queremos que lean? Leamos con ellos. Os recuerdo aquí la estrategia de Daniel Pennac en su libro “Como una novela”. ¿Queremos que estudien? Mostrémosles la meta, el futuro que se abre infinito ante ellos, lleno de posibilidades, lleno de puertas abiertas, lleno de aventuras, sueños hechos realidad.

Eso sí que está en nuestra mano. A través de la educación padres y profesores hemos de esforzarnos por mostrar la belleza de las cosas importantes y valiosas a nuestros hijos y alumnos para que ellos “decidan” motivarse.

Los queremos motivados porque la motivación, además de hacer la vida más fácil -el esfuerzo para conseguir un logro se percibe como menor- es uno de los factores más influyentes en el aprendizaje.

Y porque queremos que estén motivados, lo más importante que les podemos enseñar es que los fracasos no son tales: son aprendizajes: “¡la próxima vez lo harás mejor!”. Lo propio de un estudiante es enfrentarse a lo desconocido y es por lo tanto muy natural que se cometan errores en un camino que no se ha hecho antes. Ayudarles a reflexionar sobre la lección aprendida de cada tropezón. Sacar siempre algo bueno de un suspenso. Preguntarles ¿Qué has aprendido de este suspenso? ¿Qué cosa distinta vas a hacer mejor la próxima vez?

Lo importante en el proceso de aprendizaje no es aprenderse el mapa físico de Asia de memoria, sino aprender estrategias para aprender. Aprender a conocerse a uno mismo. Aprender a desarrollar capacidades, habilidades. Aprender a conocer dónde están sus puntos fuertes y débiles en el aprendizaje. Aprender que la mente es plástica y que lo que hoy parece imposible se logrará, quizá por otro camino. Aprender a mejorar como persona: a ser paciente, humilde, resilente, constante, inquisitivo, tenaz, alegre, ayudador…

Y no olvidemos estas dos ideas que no son nuevas pero que el último informe PISA ha vuelto a subrayar:

1. “La capacidad de los estudiantes para obtener altos rendimientos depende de sus creencias”[1]  Aquéllos alumnos que perciben que tienen buena capacidad tendrán una motivación elevada y se atribuirán altas posibilidades de éxito. Por el contrario, aquéllos estudiantes que piensan que tienen baja capacidad se atribuirán pocas posibilidades de éxito y tendrán una baja motivación. Es casi una profecía auto-cumplida.

Teniendo en cuenta además que las expectativas que los alumnos tienen de sí mismos no siempre son acordes con su talento ni con sus capacidades de aprendizaje, es tan importante que cuenten con alguien que confía en ellos, en su capacidad de desarrollo, en su capacidad de mejorar, en su capacidad de crecer.

Padres y profesores deben reforzar siempre lo positivo, especialmente con los “malos estudiantes”. Siempre se puede animar a “el que la sigue la consigue” alentando su resilencia, perseverancia en el esfuerzo y confianza en sus capacidades  o “hay muchos caminos que llevan a Roma” mostrando que el objetivo final no son la lista de los reyes Godos de memoria, sino la creatividad que está desarrollando para retener esa lista usando otras estrategias que no la memorística.

2. Si el alumno piensa que su éxito en el futuro depende de lo aprendido en la escuela, su motivación aumentará. Por eso los educadores tenemos que esforzarnos por mostrar “la vista aérea” de lo que vamos enseñando: la perspectiva global.

Sin un énfasis utilitarista que reduciría mucho el valor de las cosas, siempre es interesante mostrar el “para qué”. El futuro tiene todo el poder de atracción, porque es donde vamos a pasar el resto de nuestra vida.  De ahí que les mostremos siempre un abanico amplio de posibilidades, que les enseñemos a no cerrarse puertas y a no auto-limitarse.

Cuando el aprendizaje señala al futuro, a un futuro optimista y prometedor, se obtiene un compromiso con el aprendizaje que hace que la motivación pueda durar mucho tiempo.

Esta motivación, que el profesor del IESE Pérez López, llamaba motivación trascendental, es la que hace decir al que pica piedra en una cantera que está construyendo una catedral.

Elena Jiménez Arellano Larrea


[1] PISA IN FOCUS “¿Tiene los estudiantes la motivación para lograr el éxito?”

http://issuu.com/fomento/docs/pisa-in-focus-n37-esp-final/2?e=5263158/7652066

4 thoughts on “¡A mí, que me motiven!

  1. Que bien aclaradito, aunque que difícil mostrar continuamente un futuro optimista…..cuando sólo se ven nubarrones. Es cuestión de reilusionarse continuamente.

    1. El futuro siempre está por definir y no sabemos si tendremos chubascos, nubarrones o sol radiante.
      Pero una cosa es cierta: la actitud con que lo acometemos importa mucho. Recuerda la ley de la profecía autocumplida: lo que crees que pasará, pasará. Entonces… ¡elige que pasen cosas buenas!!
      Y como en el futuro todo es posible usemos nuestro ingenio para descubrir nuevas rutas y conseguir esas cosas buenas.
      Imaginación, creatividad, ingenio: herramientas básicas para el salto de obstáculos entre nuestra meta y nosotros.
      Como decía una canción del musical de “Antígona tiene un plan”: “El destino, tiene sentido. El destino te lo forjas tú”

  2. No sé, Elena, no me acaba de convencer totalmente tu entrada de este mes… (no todo va a ser hacerte la pelota!!)
    He visto mucha gente motivadísima con algo, por ejemplo un nuevo deporte, para acabar abandonándolo en poco tiempo, porque dicen que se les pasado la motivación. Será porque ya no obtienen esa enorme satisfacción que parece justificar todo el esfuerzo. Han experimentado la belleza, lo valioso… pero han perdido la motivación. Y sin embargo, hay otros que perseveran en el esfuerzo, con un empeño que muestra una gran motivación. Supongo que la satisfacción sigue ahí, quizá es menos evidente, quizá no sea tan explosiva como al principio… pero puede que en realidad sea mayor.
    Te dije un día que la motivación era como el enamoramiento, que llega de repente y arrasa con lo que se le ponga por delante. Pero también es como el amor, más calmado, más perfecto.
    Y así, del mismo modo que hay (mucha) gente que no es capaz de pasar del enamoramiento al amor, tampoco saben mantener la motivación. Para mí, lo difícil no es motivar a los chavales, sino lograr que esa motivación les dure, que la alimenten ellos solitos.

    1. ¡Has dado en el clavo!
      De eso se trata, de que ellos solitos se motiven.
      Como bien dices, la felicidad de una persona depende mucho de saber madurar su enamoramiento hacia el amor. Mantener la motivación se puede cuando se pasa ese proceso: del enamoramiento al amor.
      A veces no es que la gente se desmotive: es que ese enamoramiento no era digno de su amor. Y por eso dejan ese deporte, ese proyecto, ese plan.
      Lo preocupante es cuando vemos que hay jóvenes que no son capaces de ese proceso enamoramiento-amor en ninguna de sus actividades. En este caso, el educador si que puede hacer por aumentar la “calidad motivacional” del educando. No hay recetas para esto, aquí si que el tratamiento es personalizado. Sólo puedo decir que un cambio de aires, nuevas propuestas, buenos libros, conversaciones largas y distendidas entre educador y educando ayudan bastante.

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