El cine, como la vida misma, está cambiando. Hoy los protagonistas de las historias de terror no son los de antes. Ya no nos da miedo el coco, ni la momia, ni los zombies, ni drácula, ni chucki ni nada parecido. No, hoy, lo que da miedo de verdad es el compromiso. Ante esta palabra hay personas que palidecen, les sale un sarpullido, retroceden y se ponen enfermas. Literal.
Las empresas de bienes y servicios vienen ofreciendo desde hace siglos “demostraciones sin compromiso” como un modo de dar a conocer sus productos y venderlos. Ahora es casi todo “sin compromiso”. Cada vez hay más personas que prefieren gastarse un pastón en comprarse un móvil “libre” que el prometer fidelidad a una empresa de telefonía por año y medio. Ya no compramos el pan en la panadería de siempre, ni tampoco nos conocen en el “super” porque cada día vamos a un sitio distinto “para probar cosas distintas” “para ver si es mejor”” porque hoy aquí están de oferta”… Y al fin y al cabo esta especie de alergia a ser fiel a los proveedores de bienes y servicios parece que nos reporta aparentes ahorros.
Me da qué pensar cuando esta alergia al compromiso la trasladamos también a las relaciones personales. Porque las relaciones personales no son de “mira a ver si te gusta y si no lo devuelves”.
Ya se lo ha dicho mi madre a todos mis cuñados y cuñada antes de casarse con mis hermanas y hermano: “mira, que esto que te llevas, no se devuelve”. Esa sencilla frase encierra una sabiduría milenaria: la vida no es cosa fácil, suele ser un viaje de muchas etapas, cada una de ellas distinta.
Un viaje que junto a paisajes memorables, montañas, puestas de sol mágicas, ciudades inolvidables, incluye también perder maletas, mal tiempo, dormir poco, aviones estrechos, enfados, discusiones…
Un viaje emocionante en el que los momentos “malos” se entienden a la luz del total del viaje. Un viaje que si uno lo deja cansado al primer contratiempo resulta un fracaso, pero que si uno lo hace entero, al llegar a casa tiene mil aventuras que contar.
Un compromiso supone asumir que habrá momentos buenos y malos, pero “lo prometido es deuda”. Y resulta que se nos está olvidando lo increíblemente satisfactorio que es cumplir los compromisos.
En ese libro Greg Mortenson, un montañero y escalador cuenta su experiencia personal cuando -tras fallar en su intento de escalar el K2 en la cordillera del Karakorum, en el Himalaya, con 8.611 metros de altitud- cayó casi moribundo en un paupérrimo pueblecito en Pakistan. Movido por el afecto con que le cuidaron sus habitantes hasta su recuperación, prometió volver y construirles un colegio. La tarea no fue fácil: tuvo que regresar a su país y trabajar duro como enfermero haciendo turnos dobles para levantar el dinero necesario, vendió su casa y vivía en su coche. Con todo el dinero emprendió el viaje de regreso dispuesto a construir la escuela. Pero eso solo es el principio de la historia. Acabó construyendo más de cincuenta y cinco colegios, muchos para niñas, en la tierra prohibida de los talibanes.
Aceptar y asumir compromisos conlleva asumir que habrá dificultades en el camino, pero también esas dificultades aparecen cuando no se asumen compromisos.
Entonces, ¿por qué ese miedo moderno al compromiso? ¿Por qué esa alergia? Me imagino que porque nuestra imaginación agranda el miedo que tenemos todos a ese esfuerzo, al sufrimiento y al dolor que antes o después aparecen parejos al cumplimiento de un compromiso. Nuestra imaginación, en cambio, olvida que las satisfacciones y alegrías de la misión cumplida son mucho más grandes.
El miedo, dice el diccionario de la lengua española es una perturbación angustiosa del ánimo por un riesgo o daño real o imaginario, o la aprensión que alguien tiene de que le suceda algo contrario a lo que desea. El miedo es una emoción buena cuando nos ayuda a huir del peligro o a afrontarlo adecuadamente, pero el miedo no es útil cuando nos impide hacer algo que nos puede reportar innumerables satisfacciones y beneficios. Entonces es cuando tenemos que mandar al miedo de paseo.
Una vida sin contratiempos no existe, y además sería tediosa. Nadie la querría para sí. Entonces. ¿nos vamos a rendir cuando los asaltos sean duros? Una vida llena no está sólo llena de aparentes cosas buenas. Sino también de muchas cosas aparentemente malas que nos han permitido madurar, crecer, mejorar como personas.
Y tú ¿buscas ser feliz con una vida wi-fi o con una vida comprometida?
Elena Jiménez-Arellano Larrea
Me ha encantado el post , lleno de optimismo y sin duda realismo. Parece mentira pero todos en algún momento nos sentimos paralizados por ese miedo que te impide y dificulta seguir adelante. A veces pensamos que es mejor una retirada y no nos damos cuenta que el sufrimiento que conlleva el compromiso va a ser nuestro gran tesoro a corto y largo plazo.
SÍ me ha gustado pues tanto en nuestras relaciones personales o profesionales es algo vital y si no somos cuidadosos , poco a poco se va perdiendo hasta desaparecer.
Muchas gracias ,