CELEBRAR Y AGRADECER EL FINAL DE CURSO
En mi familia hemos aprendido de mis padres que cualquier cosa es ocasión de celebrar. De hecho mi padre tiene apuntado en la agenda no sólo las habituales onomásticas y cumpleaños de cada uno de los miembros de nuestra extensa familia, sino fechas señaladas como: “Hoy hace 5.000 días que cobraste el primer sueldo, hoy es tal aniversario de tu bautizo o hace tanto que acabaste la carrera”. Mi padre lo registra, nos lo comunica a todos por el “wasap” y mi madre se encarga de la segunda parte: si hay posibilidad de reunirnos lo celebramos a lo vasco: con una suculenta y muy abundante comida en la que no suele faltar el brindis con cava (nacional).
Se acerca el día de entrega de notas en muchos colegios. Y eso significa alegrías para muchos y algunos llantos. Suele ser un día arduo para los profesores que en pocas horas ven a todos los padres de los alumnos de su clase mientras entregan las notas.
Los resultados que recogemos en los boletines de notas no son una sorpresa nunca. O no deberían serlo, ya que recogen el trabajo de nueve meses y medio de clases, evaluaciones y notas. Incluso algunas veces recibimos una grata sorpresa, cuando vemos un aprobado donde quizá temíamos un suspenso. ¡Gracias Profe!
Quiero dar tres pistas para que el día de recogida de notas sea el final feliz de un curso y el principio mágico del descanso veraniego (descanso no significa “tumbing”, significa “disfrutar con otras cosings” como leer, ir de acampada, hacer o aprender un nuevo deporte, conocer otros lugares, hacer amigos en el barrio, aprender a hacer la compra a tu madre y aprender lo que cuesta un peine…;)
Para no vivir de expectativas lo mejor es trabajar con el tutor desde el principio de curso. Acudir con frecuencia a las tutorías para trazar conjuntamente un plan de trabajo doble: cole-casa. En las tutorías nos ponemos al día recíprocamente y se funden las “expectativas” frente a los hechos. Las tutorías dan además una oportunidad magnífica para resaltar otros puntos fuertes de nuestro hijo que pueden ayudar al profesor y viceversa. Cuando nos apoyamos en esos puntos fuertes sacamos siempre más.
Yo recuerdo a una madre que en la tutoría comparaba a sus dos hijos. El primero académicamente brillante, el segundo no. Pero resultó que en la tutoría fue saliendo que el primero era bastante desastre en casa: desordenado, a su bola, sin colaborar con la familia. Mientras el segundo colaboraba en todo y como era un “apañao”[1] sacaba muchas castañas del fuego. Yo pensé: promedio y a largo plazo [2], el que va a tener más éxito en la vida será el segundo -si las cosas siguen así- porque el segundo está aprendiendo un montón de virtudes como la resilencia, la constancia, la persistencia en la tarea ardua con buen humor, que le dará muy buenos resultado en la vida real.
Prepararlo con nuestro hijo, que es quien nos puede recordar datos concretos. Si no los recuerda aportarlos nosotros. Es sanísimo pararse a pensar las cosas buenas de la vida, celebrar lo que la vida nos da aunque sean cosas muy pequeñas: ese día de Navidades que estuvimos cantando en clase, esas clases tan chulas que nos dio sobre la reconquista con vídeos de pelis. Y el colegio es la mayor parte de la vida hasta que cumplimos los 18 años.
Nada de regalos: los prohíben en todos los coles y pueden parecer un soborno. El mejor regalo: reconocer el trabajo bien hecho. Las clases, la decoración, las salidas culturales, las fiestas escolares… Siempre hay algo que agradecer.
Ante esta afirmación alguno puede pensar que “no lo agradezco porque no lo ha hecho suficientemente bien” o no lo agradezco “porque es su deber”. En ambos casos estamos perdiendo una oportunidad de oro.
En el primer caso “no lo agradezco porque no lo ha hecho suficientemente bien”, se debe a que tenemos un nivel de exigencia tendente al perfeccionismo o a que nuestras expectativas están alejadas de la realidad. Así dejamos de reconocer lo bueno que ha habido ese curso porque no ha alcanzado “mi estándar todo el rato”. Cuando no agradecemos los asuntos, el resultado que se obtiene es que los colegios, los profesores, dejen de hacer cosas interesantes porque los padres no las valoran.
En el segundo caso al dejar de agradecer “porque sólo ha cumplido con su obligación” generamos personas que se sienten obligadas pero no comprometidas con la educación de tu hijo…¿Y tú que buscas? ¿Un profesor que “cumpla su obligación” o un profesor “comprometido con su trabajo”?
No hay que olvidar el valor del modelaje: si muestras respeto a la “autoridad” él aprenderá a respetarla y por lo tanto también a tenerte respeto.
Si muestras agradecimiento, él aprenderá a valorar las cosas pequeñas pero buenas de la vida, que no todo nos es debido y que si no sabemos disfrutar de las cosas menudas, no estaremos nunca satisfechos de nada.
Y a modo de deberes placeres de verano mira lo que propone Manu Velasco en su blog: “Placeres de verano”
Elena Jiménez-Arellano
[1] 1. [persona] Que se desenvuelve con habilidad o maña en alguna cosa. 2.Que es adecuado para el uso a que se destina aunque no cumpla todos los requisitos.
[2] Frase que usaba un profesor del IESE con el fin de poder afirmar algo que de modo absoluto no se podía afirmar.
Fantástico tu artículo, no puedo coincidir más con tus apreciaciones y tu enseñanza con maestría!
Gracias Marina. El origen de este artículo estuvo en una muy buena experiencia. Como profesora, el resultado fue que me comprometí más en la educación, me quedé feliz y me dieron muchas ganas de hacer feliz a muchos más alumnos. Podría haber titulado este artículo como “El poder de dar las gracias a un profesor” o “El poder de los padres, que los padres desconocen”