LA QUEJA ES ESTÉRIL, LA ACCIÓN SALVA VIDAS, PARA EMPEZAR LA TUYA PROPIA.
“Que estoy indignada y asqueada no empieza a describir como me siento por los ataques de hoy (las bombas en el aeropuerto y en el metro de Bruselas). Yo he sido #Charlie, Yo he sido #Beirut, Yo he sido #París, he sido y #soyTurquía y # soySiria cada día. Hoy también #soyBruselas. Espero que esto no sea un concurso de aflicción, sino una llamada a la acción para que no tenga que seguir siendo “#algo” cada mes. Rezo por mis amigos en Bruselas”[1]
Ayer escribía esto mi amiga Marta en Facebook y cuando lo leí sentí que estaba describiendo todo lo que me pasaba por dentro: dolor y llamada a la acción.
En cambio, oí en la radio las quejas de algunos contra los políticos, la policía, el gobierno europeo,… y me dejó un regusto amargo. Las quejas siempre llevan a eso, a una tristeza promovida por la aparente incapacidad para hacer nada. Frustra a uno mismo y desanima a otros. Generan inmovilismo, incapacitación, impotencia, tristeza.
- Resentimiento o disgusto que se tiene por la actuación o el comportamiento de alguien.
- Reclamación a causa de un desacuerdo o disconformidad con una situación.
Te invito a reflexionar sobre cuál de las dos acepciones es la que más practicas.
Y no me refiero sólo a cómo es tu respuesta ante ataques terroristas como el de ayer o tantos otros hechos, que si te paras a reflexionar nos han indignado en los últimos años: pobreza y mendicidad, injusticias sociales, desigualdades en el trato por las instituciones, guerras,… Me refiero también a situaciones cotidianas que generan resentimiento o disgusto.
Te pregunto: ¿Eres quejica o solucionador?
LA QUEJA ESTÉRIL
Esta queja -que corresponde a la primera acepción de la palabra- genera un estado de ánimo negativo, que se impregna alrededor, pero que sobre todo nos da la coartada perfecta para no hacer nada. Si me quejo ya he cumplido. Al quejarme declaro mi incapacidad más absoluta de hacer nada. La queja es cómoda. Negativa pero cómoda.
Con esta queja-cómoda, lo que se hace es echar balones fuera. La “culpa” es de otro. Yo no puedo hacer nada. Soy una víctima más. Y los que escuchan mi queja, culpables.
Con esta queja-cómoda lleno de “basura” a los que recogen mi queja. Me posiciono en un lugar elevado desde el que veo con claridad los que otros tienen que hacer,… pero yo no muevo un dedo.
A veces incluso peor, el “quejica” lanza una granada de mano contra quien recibe la queja. La queja es un modo de venganza multidolorosa.
La queja genera un círculo de pesimismo e imposibilidad: el cerebro humano tarda mucho tiempo en salir de una emoción negativa. La queja incapacita no sólo para solucionar aquello de lo que nos quejamos, sino a los de alrededor y a nosotros mismos para hacer otras cosas que tendríamos que hacer.
Cuando me quejo llamo torpe a quien recibe mi queja. Le incapacito porque le he herido.
Cuando me quejo esas otras cosas que tenemos que hacer, nos cuestan el doble porque estamos metidos de lleno en una emoción negativa.
Y lo peor es que se contagia fácilmente. Es peor que la gripe A. Lo explica genial Richard Vaughan en este artículo que escribió hace un año en un dominical: Llévate a un quejica a un plan perfecto y acabará con la alegría de todos. Pon a un quejica a trabajar en una empresa, y bajará el ánimo y el rendimiento de todos los empleados.
Os adjunto la foto del artículo. Para leerlo tendréis que ampliar la imagen clicando sobre ella.
CÓMO COMBATIR AL QUEJICA. De la queja-estéril a la queja-productiva
Lo más interesante de la queja, es que el quejica no se inventa los males. Los males están ahí y son males: los atentados, las injusticias, las catástrofes naturales,… O esos otros males de otra índole más cotidiana, pero también reales.
Y por eso, al quejica no se le puede combatir tratando de disminuir la causa: “no es para tanto…”, “Piensa que ha cosas peores…”, “yo no lo veo tan grave…” El quejica tiene razón, pero no aporta solución. Lo peor es darle consejos pues tendrá mil y una razones razonadísimas para rechazarlos.
Otro aspecto importante en las quejas es que normalmente no se hacen ante quien puede aportar la solución: me quejo a la compañera de trabajo del trato del jefe, a mi amiga le cuento quejas de mi marido, a la vecina del tercero le cuento la quejas del presidente de la comunidad, en la sala de profesores me quejo de un alumno, en la calle me quejo de la suciedad… Muchas veces la excusa es “¿para qué sirve decírselo al interesado?”.
Claro, eso supone un esfuerzo: hay que tener una conversación, o hay que emprender una acción que requiere estudio, tiempo y movilizarse (como en el caso del terrorismo, para entender las causas y movilizar entonces hacia la solución adecuada a los que pueden hacer algo).
Esta queja-reclamación genera sensación de capacidad, optimismo, confianza.
La queja-reclamación a diferencia de la queja-cómoda salva vidas. Si, literal. Es una queja productiva porque va encaminada a la resolución del problema, resentimiento o disgusto. Encaminada a la acción.
LA QUEJA-ACCIÓN
Mi amiga Marta con su comentario en Facebook nos mueve a la acción. Y conociéndola sé que algo estará tramando para promover la paz. Algo se nos metió en el ADN hace unos cuantos años.
Hay muchos ejemplos de personas que han pasado de la queja a la acción, dejando una huella profunda.
Por ejemplo, “Bono, Paul Hewson, el vocalista principal de la banda irlandesa U2 se convirtió en el punto de apoyo de una red global de líderes políticos, filántropos, expertos en desarrollo y celebridades dedicados a combatir la pobreza en los países en vías de desarrollo, especialmente en África.”[2]
“Clooney también fue un creador de instituciones, en colaboración con los actores Don Cheadle, Matt Damon, Brad Pitt y otros para fundar Not on Our Watch, un grupo que pretende llamar la atención mundial a raíz de los desastres y atrocidades humanitarias.”[3]
Me diréis que siendo famoso y con dinero es fácil hacer esas cosas, pero también es posible que cada uno a nuestro nivel pasemos de la queja a la acción consiguiendo unos resultados increíbles.
Como los fundadores de Médicos sin fronteras.
O Greg Mortenson: de escalador a promotor de colegios también para niñas, en Afganistán[4].
O mi amiga Paz con su fundación Bokatas.org[5], voluntariado para jóvenes universitarios que salen a encontrarse con los “sin techo”. Buscan conversar y estrechar lazos de confianza para comenzar procesos de acompañamiento. Estos acompañamientos se concretan en citas médicas, tramitación de papeles y otras actividades que son vías de re-inserción: salidas a la montaña, partidos de fútbol, meriendas, música, etc.
Y ¿qué me decís de la Fundación Theodora[6], donde mejoran la estancia de los niños en los hospitales llevándoles una sonrisa? ¿Quién no puede hacer eso?
Cualquiera puede hacer algo a la altura de sus conocimientos, edad, capacidades, disponibilidad…
Elena Jiménez-Arellano
[1] Marta Martínez en Facebook. “Disgusted does not even begin to describe how I feel about today’s attacks. I was Charlie, I was Beirut, I was Paris, I was and I am Turkey, and I am Syria everyday, but today I am also Brussels. May this not be a competition for grief but a call for action so I don’t have to become “something” every other month.
Praying for my friends in Brussels.”
[2] http://www.aarp.org/espanol/politica_y_sociedad/activismo/info-06-2011/celebridades-activistas.11.html
[3] http://www.aarp.org/espanol/politica_y_sociedad/activismo/info-06-2011/celebridades-activistas.11.html
[4] Greg Mortenson: Explica el origen de su empeño por poner colegios en Afganistán donde también se eduque a las niñas en su libro: “Tres tazas de té”
[5] http://bokatas.org/que-hacemos/el-bokata-como-un-lenguaje/