SI, TÚ PUEDES CAMBIAR EL MUNDO. Hace ya unos cuantos años tuve la fortuna de trabajar en UWCAD, un bachillerato internacional de “Colegios del Mundo Unido” en Duino, Trieste.

Fue una experiencia memorable de la que tengo anécdotas como para escribir un libro. Como ese día en que subí la furgoneta al pozo del patio de Foresteria (una de las residencias donde además se halla el comedor) bajo la atenta mirada de todos mis alumnos.

O el día que me invitó el Rettore (director super-British del colegio) a cenar a su casa y tomamos el perfecto Lob Scouse, -un estofado galés con un poco de todo al que la anfitriona había añadido una bolsita de té “Earl Grey” “para que la bergamota le diera el toque de sabor”- y yo me comí la bolsita de té pensando que era parte del guiso…(siguen buscando la bolsa de té).

lob scouse  Lob scouse: Ejercicio de agudeza visual: encuentre usted la bolsita de té 😉

O ese otro inolvidable día final de curso en que uno de los más brillantes alumnos –que se había pasado mis clases de economía leyéndose la biblioteca entera de macroeconomía al final de la clase- me dijo que “tenía que reconocer que después de todo mis clases no habían estado nada mal…” bueno, mi recuerdo no es literal. No sé si lo que dijo fue “not that bad” o si lo que dijo fué “not bad at all” prefiero quedarme con esto último.

De hecho de las historias de Duino escribiré un día un libro o un guión cinematográfico para una comedia o mejor, un sainete. Pero no es esto de lo que quiero hablar, sino de una de las muchas que aprendí allí: de cómo se hacía el “servicio social” o “servicio” a secas en un colegio internacional, con alumnos de 87 países distintos, todos becados, de distintas culturas, razas, religiones, posiciones sociales…

En mi contrato decía que además de mis clases de economía tenía que liderar un deporte (me tocó un hockey de salón y los alumnos me obligaban a participar, no podía sólo arbitrar o supervisar), supervisar una actividad cultural (me tocó conducir la furgoneta para llevar a los alumnos a la ópera, teatros o a conciertos. Esto también tiene su gracia: sólo los llevé dos veces al final de curso a unos Lieds alemanes super aburridos y a un teatro de vanguardia incomprensible, porque cuando los conciertos eran buenos o las obras de teatro interesantes, los otros profesores me decían “que no hacía falta, que ya se organizaban ellos…”) y dirigir un servicio social. Aquí mi misión era llevar cada miércoles a un grupo de 8 alumnos a una residencia de ancianos de Trieste, a 30 minutos del colegio.

El servicio social en ITIS consistía en reunirnos en una sala con unos 10-12 ancianos, a los que a veces teníamos que ayudar a venir desde sus habitaciones, y pasar con ellos una hora y media charlando con ellos o haciendo algún juego sencillo.

Fácil ¿no? Claro, puede parecerlo, pero empecemos a desglosar los datos:

  1. Mis ocho alumnos eran todos adolescentes de 16-19 años con ganas de todo, pero pocas ganas o corte o no saber qué hacer con el anciano o anciana con quien les tocaba atender, entretener,..
  2. Mis alumnos, ocho, eran de ocho países distintos y sólo uno era italiano –el que más se escaqueaba del servicio-. Con lo cual, excepto dos que eran de segundo y habían estudiado algo de italiano, los demás bastante tenían con hablar inglés (el idioma del colegio) además de su lengua materna. Es decir: no sabían italiano. Y yo tampoco. O tan poco que era nada.
  3. Llegábamos allí a las 3.00 p.m. después de una mañana de clases intensa y de media hora de viaje en la furgo-cama (como los trenes cama). Donde todos roncaban a placer menos el que se sentaba a mi lado, al que le pedía (“amenazaba amablemente”) que me fuera contando “algo” de su vida para no dormirme yo también después de 6 horas de clase intensa y los deliciosos espaguetis del rancho colegial. Así que llegaban todos de mal humor después de la siesta.

harry en coche

Pero, cada miércoles se producía el milagro: enseguida se formaban parejas de adolescente-anciano de lo más diverso y allí había de todo: cánticos, jugar al “pictionari” donde el adolescente hacía los dibujos y el anciano decía la palabra en italiano y una frase que mi alumno memorizaba, historias de la infancia triestina contada por los abuelos ante los ojos atónitos (de incomprensión de la lengua) de mis chicos, bailes regionales o modernos con músicas atronadoras de sus teléfonos…

El tiempo pasaba volando y regresábamos a Duino todos más felices que unas castañuelas haciendo planes para el miércoles siguiente en que se repetía la historia: de las no-ganas a la satisfacción y los planes.

Me maravillaba cada vez viendo a mis chicos y chicas dando el do de pecho con ideas nuevas cada vez, esforzándose por dar cariño, por entenderse con sus ancianos. Teniendo en cuenta de que la cultura de algunos no incluía el contacto físico como modo de mostrar afecto, me sorprendía ver como cada día, todos, acababan abrazando o besando a su “elderly”.

Hoy he visto este video[1] del discurso de la ceremonia de graduación de Harvard de 2008 impartido por J.K.Rowling, la autora de Harry Potter. Os aconsejo escucharlo aunque está en inglés y sin subtítulos (los subtítulos automáticos de YouTube son criminales). Si no tienes tiempo de verlo, no te preocupes, voy a rescatar algunos de “los mejores momentos” en este post.

Me ha encantado escuchar todo lo que dice Rowling con su super-posh British accent. Pero me he quedado con esta copla (todas las traducciones que aparezcan son mías y “a mi manera”).

Que viene al caso, porque J.K Rowling está hablando del impacto que le causó su trabajo con Amnistía Internacional en el área africana, donde se ayudaba a muchísimas personas a resolver sus problemas.

A diferencia de cualquier otra criatura en este planeta, los humanos pueden aprender y entender cosas sin haberlas experimentado. Pueden ponerse o imaginarse en el lugar de otra persona. El poder de la empatía humana que lleva a la acción colectiva, salva vidas y libera a prisioneros[2] (…) Como dice el autor griego Plutarco: lo que conseguimos en el interior cambiará la realidad exterior. Esta sorprendente afirmación, a la vez mil veces probada cada día de nuestra vida, expresa en parte nuestra conexión inescapable con el mundo exterior: el hecho de que tocamos las vidas de otras personas simplemente por existir [3]

El poder de la empatía humana salva vidas y libera prisioneros.

Yo reflexionaba muchos días al regresar de ITIS si el “social service” era un servicio para los ancianos o para nosotros.

Desde luego para nosotros. Quizá a corto plazo teníamos un impacto en ese grupo de viejecitos a los que enloquecíamos hablándoles en mil lenguas, cantando, bailando,… Pero a largo plazo el impacto era para cada uno de nosotros.

Mis alumnos me impactaban con su generosidad y alegría, y yo no podía quedarme atrás. Desde luego había más alegría en dar que en recibir. (Literal, de hecho alguna vez alguno de los ancianos no quiso venir porque le levantábamos dolor de cabeza hablando en lenguas extrañas y tratando que jugaran a algo loco que se nos ocurría).

Las conversaciones en la “furgo” al regresar ya tenían otro tono. Mis alumnos el húngaro y el iraní nos explicaban que en sus países no existen residencias de ancianos porque la familia siempre hace ese papel. Ninguna familia dejaría de lado a sus mayores. Mi alumna Noruega alucinaba. La británica también. La kenyata, el yemení asentían mientras el ruso tomaba el bando de la noruega y la británica. El italiano no decía nada, porque una vez más se había escaqueado.

El voluntariado nos hace mejores. No sólo porque vayamos a remediar algún problema de este vasto mundo -nuestra aportación nos puede parecer una gota en el océano-, sino porque abre nuestros corazones a entender a otras personas y sus necesidades, otras culturas, otros modos de ver la vida. Cuando uno es voluntario recibe más que lo que da.

Y cuando se participa en labores benéficas con fines solidarios para recaudar fondos para un proyecto de poner una escuela, pongamos en Camerún, siempre es poco lo que podamos hacer. La repercusión que esas escuelas, hospitales y otras infraestructuras como canalizar el agua potable, hacen en la zona donde se desarrollan algo grande y a largo plazo. Es colaborar con una cosa que es mucho más grande que uno mismo.

Educar, cuidar, curar y desarrollar son actividades con un enorme impacto en el mundo. Estos chicos y chicas de UWC, tienen la suerte de practicarlo cada día porque está en su currículo.

El currículo español no incluye este tipo de actividades como obligatorias para graduarse y yo creo que es una de las cosas más esenciales que hay que aprender en el colegio: la capacidad de servicio solidario: dar a otros a cambio de nada. Dar a otros que parecen necesitados, cuando en realidad la necesitada es nuestra alma llena de demasiadas “cosas” y quizá de poca empatía, de “hacerse cargo” de ponerse en el lugar del otro y sufrir lo que el otro sufre.

Animo a los colegios a integrar como parte obligatoria del currículo actividades de servicio voluntario. Se puede empezar en el mismo colegio con servicios a los más pequeños: encargos de acompañar a determinados sitios, dar clase de algo, … Los alumnos mayores deben en cambio abrir sus horizontes con actividades de servicio más exigentes.

Es verdad que no se puede ser voluntario oficialmente hasta los 18 años, pero hay mil tareas de servicio voluntario que se pueden desarrollar en los colegios y en casa.

Las madres de familia saben muy bien en qué consiste este servicio social. Lo que os recomiendo, como ya hice en este otro post, es que compartáis tareas con cada miembro de la familia, deis a todos la posibilidad de ser felices dando. Os cuelgo este vídeo de “La mujer invisible” que da argumentos para todos aunque parezca que se centra mucho en los creyentes.

El servicio voluntario mete una cosa en el ADN de quien lo practica: estar disponible para las necesidades de los demás. Salir del individualismo en el que este mundo de hoy nos ha metido para ver los horizontes infinitos del “otro”. Dar por la alegría de dar, aunque cueste, que cuesta. Aprendemos que hay otras vidas, otras preocupaciones, otras necesidades.

La felicidad personal subyace en saber que la vida no es una lista de adquisiciones o logros. Tus capacitaciones o tu curriculum no son tu vida, aunque te encontrarás a mucha gente que confunde ambas cosas. La vida es difícil, complicada y no es posible el control total sobre ella. La humildad de reconocerlo te capacitará para sobrevivir a sus vicisitudes[4]

El servicio voluntario nos facilita esta humildad y ese conocimiento de que la vida no es siempre un camino de rosas: que hay enfermedad y dolor, injusticias y soledad

Como dice J.K. Rowling en ese discurso en Harvard [5]: “No necesitamos magia para transformar nuestro mundo, todos tenemos dentro de cada uno el poder de imaginar y hacer uno mejor. Y espero que mañana,  aunque no recordéis una sola de mis palabras, recordéis al menos las de Séneca:

“Así como es un cuento

Así es la vida.

Lo que importa,

no es lo larga que sea

sino lo buena que sea.”

Os deseo a todos una buena vida, llena de acciones de servicio a otros.

Elena Jiménez-Arellano         Twitter @EJArellano

[1] https://www.youtube.com/watch?v=wHGqp8lz36c.

[2] “Unlike any other creature on this planet, humans can learn and understand, without having experienced. They can think themselves into other people’s places.”

[3] “written by the Greek author Plutarch: What we achieve inwardly will change outer reality That is an astonishing statement and yet proven a thousand times every day of our lives. It expresses, in part, our inescapable connection with the outside world, the fact that we touch other people’s lives simply by existing.”.

[4] “Personal happiness lies in knowing that life is not a check-list of acquisition or achievement. Your qualifications, your CV, are not your life, though you will meet many people of my age and older who confuse the two. Life is difficult, and complicated, and beyond anyone’s total control, and the humility to know that will enable you to survive its vicissitudes.”

[5] “We do not need magic to transform our world, we carry all the power we need inside ourselves already: we have the power to imagine better. And tomorrow, I hope that even if you remember not a single word of mine, you remember those of Seneca, another of those old Romans I met when I fled down the Classics corridor, in retreat from career ladders, in search of ancient wisdom: As is a tale, so is life: not how long it is, but how good it is, is what matters. “

 

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